Doce de mayo de 2.013, una fecha muy presente en la mente de todos los rocieros y almonteños y que para la mayoría llegó demasiado rápido.
Nueve meses han sido los que la Virgen del Rocío, patrona de Almonte, ha permanecido en la Iglesia de la Asunción de Almonte. Estancia en su pueblo que se repite de siete en siete años y que ayer llegaba a su fin.
En la noche del sábado, apenas comenzado el rezo de la Salve, a las 22:00 horas, los almonteños decidieron que era la hora de que la Pastora abandonara el templo e iniciara el recorrido tradicional por las calles engalanadas de Almonte. Calles que la llevarían al Chaparral, lugar casi ‘sagrado’ de la devoción rociera.
Como marca la tradición, fue al alba cuando la Reina de las Marismas, arropada por miles de personas llegaba al lugar conocido como ‘El Alto del Molinillo’. Allí la esperaban las camaristas que cubrieron el rostro de la Virgen con el pañito, donado para este traslado por la Hermandad del Gran Poder de Almonte y con el guardapolvo cuya función es proteger a la Patrona de Almonte de las inclemencias del camino. A partir de ese punto, comenzaba el verdadero camino poniendo los almonteños a su ‘Madre’ dirección camino de los Llanos.
Se contaron por miles, hasta el medio millón, las personas que en la jornada del domingo acompañaron a la Señora de Almonte en su traslado de vuelta a la aldea. Son tres leguas, 15 kilómetros los que separan Almonte del Rocío. Camino duro, como todos, por las altas temperaturas y por las asperezas del camino pero de singular belleza por el paraje por el que discurre.
Fue alrededor de las siete de la tarde cuando la Virgen del Rocío, a hombros de los almonteños llegaba a su aldea. Antes lo hacían las abuelas almonteñas, mujeres encargadas de llevar en sus manos, durante todo el traslado los enseres de la Virgen cuanto viste de Reina.
En torno a las ocho de la tarde la patrona de Almonte llegaba a otro de los puntos más destacados del Traslado. Miles de personas esperaban en el altar del pañito, lugar donde las camaristas quitaron el pañito y el guardapolvo a la Virgen, que volvía presentarse ante los peregrinos luciendo sus galas de pastora, lista ya para enfilar el último tramo del traslado que le llevaría a su Santuario.
A la Ermita, la Blanca Paloma entraba pasadas las nueve de la noche. En su Santuario espera ya la Virgen del Rocío la llegada del Lunes de Pentecostés cuando los almonteños como todos los años, la vuelvan a ‘bajar’ para salir en procesión por su aldea, lugar donde permanecerá los próximos siete años.