La accesibilidad de Internet y de algunas plataformas digitales ha facilitado la conexión de las personas ciegas en estos días de confinamiento, tanto para entornos educativos, como laborales, de cultura, ocio e información. Sin embargo, la falta de accesibilidad, ha demostrado que puede generar aislamiento y pérdida de acceso a servicios esenciales.
En la sociedad del conocimiento en la que nos encontramos, y muy en especial, en la crisis actual, son muchas las situaciones en la vida de una persona que pasan por el uso de la tecnología: leer un libro digital, hacer la compra semanal, mantener comunicación con un grupo de amigos, gestionar citas médicas o las cuentas bancarias, desarrollar un trabajo profesional, etc. Y todo ello, interconectándose desde puntos geográficamente lejanos gracias a Internet.
Muchas de estas operaciones, sin el uso de la tecnología, estarían vetadas a personas con discapacidad visual, pero todavía no se pueden realizar todas las que cualquier persona lleva a cabo porque gran parte no son accesibles parcial o totalmente.
El momento actual, más que nunca, ha puesto en relieve la cara y la cruz de esta situación. Sin las plataformas de teletrabajo, los campus virtuales, la compra online, los pagos desde móvil, las aplicaciones para mantener reuniones privadas y profesionales y un largo etcétera, se habría aislado y paralizado, en mayor medida, el mundo en el que vivimos.
Pero también está haciendo vivir día a día, las numerosas dificultades a las que las personas con discapacidad visual se enfrentan a la hora de poder usar todas esas herramientas y aplicaciones como el resto de los ciudadanos, especialmente en servicios claves como el acceso a la sanidad o a servicios esenciales.
Son claros ejemplos de ello, la falta de accesibilidad a las apps del Covid-19; a las webs de algunos grupos médicos que, por ejemplo, a la hora de seleccionar en un calendario el día y la hora, ese calendario no es accesible y solo funciona con el ratón; o a servicios de petición de cita a través de las apps de las comunidades autónomas (si bien las webs sí suelen ser accesibles), entre otros.
El uso de la tecnología, en general, supone para las personas con discapacidad un arma de doble filo. Por un lado, proporciona nuevas herramientas que posibilitan tareas que no podían realizarse sin ella y, por otro lado, al no cumplirse en muchas ocasiones, las pautas o normas de accesibilidad en el diseño de las aplicaciones o dispositivos, no se garantiza el uso normalizado de la tecnología a personas con baja visión, ceguera o sordoceguera.
Por una accesibilidad de origen
La ONCE recuerda que es necesario que todas estas dificultades se tengan en cuenta a la hora de diseñar de origen las normas de accesibilidad. Rehacer o adaptar a posteriori, supone mucha más inversión de recursos y de tiempo, amén, de la pérdida de oportunidades y el sobresfuerzo que las personas con discapacidad visual se ven obligadas a realizar para utilizarlas con autonomía.
Por ello, entidades como la ONCE tienen que invertir recursos para velar y apoyar todas las medidas necesarias para conseguir, por ejemplo, que una niña pueda estudiar desde casa como el resto de sus compañeros de clase; que el universitario realice con garantías los exámenes del Grado que cursa; que el profesional teletrabaje con las medidas y recursos accesibles como el resto de trabajadores de su empresa; que la persona con sordoceguera pueda realizar la compra online de lo que necesita cada día ella y su familia; que los mayores que han tenido que quedarse en casa o en la residencia puedan ocupar su tiempo leyendo o informándose de lo que sucede en el mundo cada día; o que si cualquier persona con discapacidad visual intuye que tiene síntomas de Covid19 pueda hacer su autotest con la APP que su Comunidad Autónoma ha puesto a disposición de cualquier ciudadano.
Aunque de todas estas situaciones, hay bastantes ejemplos de no haberlo conseguido satisfactoriamente, hay que seguir trabajando para que se minimicen y se cumpla con el diseño universal que mejorará el mundo en el que vivimos.