Carlos y Alejandro eran dos hermanos que, con mucha ilusión, abrieron un negocio hostelero en La Palma en 2008. Hace apenas dos semanas, el proyecto que, poco a poco, iba creciendo, se desvaneció por completo pasto de las llamas. «En la noche del 23 al 24 de febrero, nos dimos cuenta de que saltaron los automáticos. Cuando bajamos al bodegón (porque vivimos detrás), vimos que un pequeño foco estaba en una caja, expandiéndose rápidamente al techo, que es de madera, y ya no pudimos hacer nada», relataban.
Son muchos recuerdos y muchos momentos, su modo de vida y su forma de ganársela. Y aún les cuesta creérselo.
Aun así, la familia no quiere darlo todo por perdido, y ya se afana en volver a abrirlo con la misma ilusión y fuerza que en sus inicios, aun conscientes de que no será igual. Y para ello, cuenta con clientes y vecinos, que ya se han volcado en ayudarlos para ello. Alejandro, uno de ellos, se siente muy agradecido por todas las muestras de cariño y por el empeño de sus amigos, que ya han realizado algunas rifas y cuestaciones.
El consistorio palmerino también ha querido sumarse a la causa brindándole todo cuanto les sea necesario.
Afortunadamente, no hay que lamentar daños personales, y eso es lo más importante para una familia que tiene claro que quiere resurgir, como el Ave Fénix, de sus cenizas.