El resurgimiento de la minería andaluza, sin duda una de las industrias más punteras y sólidas del momento (no en vano es de las que mejor están resistiendo los embates de la crisis derivada de la pandemia de Covid-19), se antoja una auténtica bendición para esta tierra, sintetizable en los 3.200 millones de euros de facturación media anual y, sobre todo, en los 40.000 empleos (entre directos, indirectos e inducidos) que garantiza en comarcas especialmente castigadas por el drama social del paro.
Después de décadas de depresión profunda que desembocaron en el cierre de explotaciones milenarias y las prejubilaciones masivas de principios de siglo, vivimos un renacimiento histórico de la actividad en el que hablar de minería metálica en España es referirse básicamente a los yacimientos andaluces y, más concretamente, a esa Faja Pirítica que une y singulariza las provincias de Huelva y Sevilla. Pero quizá lo más llamativo sea el inusitado interés que despiertan a nivel mundial los permisos y licencias para sacar rendimiento de un subsuelo explotado por las sucesivas civilizaciones.
¿Cuáles son las claves de fondo para que, por ejemplo, se especule con cifras mareantes de hasta diez dígitos cada vez que se desatan rumores sobre cambios en el capital societario? Abordamos la cuestión con un auténtico experto en la materia como el Ilmo. Sr. don Francisco Sierra García (el tratamiento oficial se lo otorgó la Casa Real «a perpetuidad» por, entre otros hitos, impulsar desde Huelva el uso de nuevos explosivos y detonadores más seguros), delegado onubense del Colegio Oficial de Ingenieros de Minas del Sur quizá porque lo ha sido todo académica, profesional y administrativamente dentro del sector minerometalúrgico de este país.
China, el ‘supergigante’ asiático (1.411 millones de habitantes), aparece a la cabeza de su análisis. «Es el principal consumidor mundial, copando más del 50% del mercado. Durante 2019, pese a que es allí donde estalla la crisis del coronavirus, su industria consumió 12,8 millones de toneladas de refinado de cobre. Y ya en el segundo y tercer trimestre de 2020 su demanda provocó que los precios alcanzaran su máximo en siete años. Ésa es una tendencia que sólo hace acentuarse: en el primer trimestre de 2021 la economía china ha experimentado un crecimiento del 18,3%, y eso se traduce en que el pasado mes de abril el precio de la tonelada de cobre refinado se disparó al máximo histórico del entorno de los 9.500-9.700 dólares americanos, favorecido también por el cierre de las fronteras chilenas a consecuencia de la pandemia», analiza exhaustivamente Francisco Sierra.
Chile es la ‘gran mina’ de cobre del mundo. Durante 2020 puso en el mercado 5,7 de los 20 millones de toneladas de cobre refinado del planeta. Perú, segunda en el ranking internacional, no llega ni a la mitad.
Andalucía aporta a ese mercado global 184.000 toneladas, apenas el 0,92% del negocio mundial, lo que permite hacernos una idea de la desmesura de las grandes cifras mineras. Pero basta con multiplicar esa ‘magra’ producción andaluza por las actuales cotizaciones (los expertos dan por hecho que el precio no bajará este año de los 7.000-7.500 dólares por tonelada, con períodos como el actual en los que incluso se ha roto el techo de los 10.000) para asimilar lo representativo que resulta para la industria regional este sector en auge, más aún teniendo en cuenta las proyecciones del mercado a medio y largo plazo.
Consumo al alza
Todos los analistas apuestan a que, en apenas dos o tres décadas, la actual demanda mundial de cobre puede acabar duplicándose por el incremento imparable del consumo. A corto plazo, van a contribuir a ello los ambiciosos programas inversores anunciados tanto por Joe Biden en los Estados Unidos como por la Comisión Europea en busca de la ansiada recuperación económica. Pero
ojo al tirón de India, con sus 1.366 millones de habitantes: «En cuanto supere la crisis del Covid que ahora se está recrudeciendo allí, su renta per cápita va a aumentar de forma muy notable. En 2019 su PIB representaba ya el 4,2% a nivel mundial, cuando China era el 5,9%. E India va a requerir de una gran reindustrialización, urbanización, construcción, redes eléctricas… Yo creo que va a ser el país con mayor crecimiento porcentual en consumo de cobre durante la próxima década, porque es un hecho constatable que en la comunidad internacional todo el mundo aspira a alcanzar los niveles de bienestar de los países de su entorno, e India está a punto de dar su gran salto», vaticina Sierra.
Al igual que el precio del cobre es un magnífico barómetro para comprobar la salud de la economía mundial, su consumo calculado en kilos por habitante-año resulta un índice muy fiable para medir tanto la calidad de vida en un país como su fortaleza industrial. China había alcanzado ya en 2019 los 9,17 kilos por habitante.
La ‘locomotora’ europea, Alemania, está en los 12,25 kilos. Corea del Sur, en 10,38 y Japón (cuarto consumidor mundial), en 8,01. España, que hasta la crisis financiera de 2008 incluso superaba los diez kilos en niveles per cápita, ha sufrido una caída del 50%, siendo el reto actual volver a los niveles de consumo previos a la crisis del ladrillo. Pues bien: en la actual India hablamos de un consumo de apenas 0,38 kilos de cobre al año por habitante, que tenderá a desbordarse de forma natural en los años venideros.
Estos consumos personalizados, ¿cómo los podemos visualizar en nuestro día a día? Aparte de reparar en todo el cableado y los electrodomésticos que haya en la casa de cada uno, pensemos por ejemplo en la industria automovilística. Si un coche convencional de gasolina o diésel -condenados a la extinción en este siglo por el carácter finito de los combustibles fósiles- tiene unos 25 kilos de cobre, el híbrido conlleva entre 40 y 50. Pero es que en un vehículo 100% eléctrico se consumen 83 kilos de cobre, y sus cargadores también requieren entre 0,7 y hasta ocho kilos del mineral (los más rápidos).
Tengamos en cuenta también los sistemas de almacenamiento de las pujantes energías renovables. «Cada megavatio de un parque eólico requiere cuatro veces más cobre que las energías convencionales. Y por cada megavatio instalado en fotovoltaica se utiliza una media de cuatro toneladas de cobre», detalla Francisco Sierra, que destaca la contribución efectiva de este metal a un modelo de desarrollo sostenible real: «En su extracción, procesamiento, fundición y refino, una tonelada de cobre provoca la emisión de dos toneladas de CO2. Pero su reciclabilidad permite que esa misma tonelada, a lo largo de toda su vida útil como conductora eléctrica, ahorre la emisión de hasta 200 toneladas de CO2». Incluso en la actual crisis sanitaria el cobre ha descubierto otro nicho de mercado inmenso como agente antibacteriano de primer orden en cuanto a aplicaciones hospitalarias. Las potencialidades, pues, solo hacen crecer. Y en ellas reside buena parte del éxito de la minería andaluza actual. Pero hay otras claves de carácter más local, puramente endógenas, que analizaremos próximamente. Porque para adentrarse en los secretos de «el corazón de la tierra» (el ‘copyright’ pertenece al poeta Juan Cobos Wilkins) antes hay que picar mucha piedra.