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El cultivo de la vid en Jaén se remonta a época romana y la producción de vino gozó de prestigio desde época árabe

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Las viñas se asemejan a gotas de agua en medio del mar de olivos de Jaén. Pero están ahí. Tradición milenaria, que ha dado lugar a tres indicaciones geográficas protegidas diferentes para el Vino de la Tierra de Bailén, el de la Sierra Sur de Jaén y el de Torreperogil.

En algunas zonas de la provincia, el cultivo de la vid para la elaboración de vinos se remonta a época romana. Posteriormente, en tiempos de dominación árabe, alcanzaría un destacado auge, pese a la prohibición coránica del consumo de alcohol, tal vez por la devoción que tanto cristianos como musulmanes profesaban a San Ginés de la Jara, protector de viticultores, y al que estos últimos tenían por pariente del profeta. Más tarde, en la época del Imperio Español, el vino llegó a ser la principal fuente de riqueza en algunas comarcas, según recoge el profesor José Rodríguez Molina en su estudio sobre «El vino de Alcalá la Real, siglos XV y XVI».

La IGP Bailén abarca los términos municipales de Bailén, Baños de la Encina, Guarromán, Mengíbar, Torredelcampo y Villanueva de la Reina, todos ellos al norte de la provincia de Jaén. Y su principal característica es el uso de la variedad autóctona Molinera de Bailén, un ecotipo de la variedad Molinera.

Todos sus vinos, sean blancos o tintos, deben estar al menos un 55% de esta variedad tinta en su composición, y en algunos casos hasta en el 75%, el 85% o el 100%.

El 85% de la uva, como mínimo, debe proceder de la zona delimitada por la IGP. Además de la Molinera de Bailén, también se utilizan otras variedades como las tintas Garnacha, Tempranillo y Cavernet Sauvignon, y la blanca Pedro Ximénez. La IGP Bailén produce blancos, rosados y tintos (incluidos los denominados tintos tradicionales), que pueden ser secos, semisecos, semidulces y dulces, en función de su contenido en azúcar.

Los blancos son de color amarillo pálido, con tonalidades verdosas o doradas, con aromas primarios limpios y afrutados, frescos, y en su caso propios de la fermentación o crianza en barrica. Resultan de sabor suave, ligero y afrutados.

Los rosados son de color violáceo, de aromas frescos y afrutados, con recuerdos a frutos rojos, también presentes en boca, donde presentan una acidez equilibrada. Los tintos, según su crianza, varían del rojo picota a cereza, con tonos granates o cárdenos, rubíes o violáceos, y son intensos, carnosos, equilibrados en cuanto a taninos de acidez media o alta y persistentes.

Vino de la Tierra de la Sierra Sur de Jaén

La IGP Sierra Sur de Jaén está delimitada por los términos municipales de Alcalá la Real, Castillo de Locubín, Frailes. Fuensanta de Martos, Los Villares y Valdepeñas de Jaén, y por las zonas serranas de Alcaudete y Martos. El 100% de la uva utilizada en la elaboración de los vinos con la mención Vino de la Tierra de la Sierra Sur de Jaén procede de esta zona, donde se producen blancos, tintos, rosados, claretes y últimamente se han empezado a producir espumosos en Alcalá la Real.

Las variedades de uva autorizadas son las tintas Garnacha Tinta, Tempranillo, Cavernet Sauvignon, Merlot, Syrah y Pinot Noir, y las blancas Jaén Blanco (topónimo local de la Baladí Verdejo) y Chardonnay. Los blancos son de un color amarillo pálido pajizo con matices verdosos con sabores ácidos a manzana y cítricos. Los tintos, de rojo cereza a granate ladrillo, según el envejecimiento, resultan aterciopelados, con aromas a fresas o frambuesas, pimiento verde y pimienta, o vainilla, propio de la crianza en barrica. Los rosados y claretes van del rosa al rojo claro, con cualidades de los vinos blancos los rosados y de los tintos los claretes.

Vino de la Tierra de Torreperogil

Por último, la IGP Vino de la Tierra de Torreperogil produce blancos, tintos y rosados en los términos municipales de Torreperogil, Úbeda, Sabiote, Cabra de Santo Cristo, Ruz, Canena, Baeza, Cazorla, Santo Torné, Pozo Alcón y Villacarrillo.

Las variedades de uva autorizadas por la IGP son Garnacha Tinta, Tempranillo, Cavernet Sauvignon y Syrah, entre las tintas, y Jaén Blanco y Pedro Ximénez, entre las variedades blancas. Se producen tintos, blancos y rosados. Los blancos son muy pálidos, con tendencia al amarillo, amplios y envolventes en boca, con aromas primarios y florales. Los rosados, de tonalidades violáceas, son afrutados, limpios y elegantes. Y, de color rubí, los tintos resultan sabrosos, persistentes y secos, potentes en nariz, con matices florales.

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