El obispo de Huelva, Santiago Gómez Sierra, ha presidido en esta mañana de 19 de agosto la Solemne Función Votiva en la parroquia almonteña de la Asunción de María a los pies de la patrona de Almonte, Ntra. Sra. del Rocío. Este voto del pueblo de Almonte, conocido tradicionalmente como Rocío Chico, cumple doscientos ocho desde aquella primera acción de gracias que realizaran los antepasados de esta localidad en 1813, motivado por la lucha que mantuvo el pueblo de Almonte contra las tropas francesas que habían invadido España, logrando resistir al invasor y siendo librados por la intercesión de la Virgen del Rocío de las fatales consecuencias que incluso pudieron suponer la desaparición, por exterminio, de los almonteños.
Una celebración que ha vuelto a acoger el templo parroquial y que se ha visto limitada, por segundo año consecutivo, por las medidas sanitarias que obligan a reducir el aforo. Junto al Obispo de Huelva, han concelebrado el vicario episcopal para el Condado, párroco de Almonte, rector del Santuario de Ntra. Sra. del Rocío y director espiritual de la Hermandad Matriz, Francisco Miguel Valencia Bando, el vicario parroquial, José Antonio Castilla Rodríguez y los sacerdotes de la comunidad Orionista presente en la localidad. A la celebración ha asistido la Junta de Gobierno de la Hermandad Matriz, presidida por Santiago Padilla Díaz de la Serna, la alcaldesa de Almonte, Rocío del Mar Castellano Domínguez, acompañada de representantes de la corporación municipal, así como otras autoridades civiles y militares, como el senador José Enrique Sánchez Núñez.
Que, por intercesión de la Virgen, el Señor nos proteja de la pandemia del covid y de la espiritual del «olvido de Dios»
En su homilía, el Obispo de Huelva ha recordado que «en aquellos días de peligro y angustia para Almonte en los que, como en tantas otras ocasiones, los almonteños experimentaron el amparo de la Santísima Virgen, rezaron con fe y supieron ver con claridad la mano de la Virgen en la salvación de su pueblo, tuvieron la humildad de reconocerlo y la sensibilidad para estar siempre agradecidos a la Virgen». De este modo, ha invitado a volver la mirada a la Madre de Dios renovando esta actitud en unas circunstancias en las que «adquiere vigor y actualidad por otros enemigos». Así, en primer lugar ha recordado como, durante esta pandemia, «no hemos dejado de poner nuestros ojos y nuestras súplicas en la Blanca Paloma, Salud de los enfermos y Consuelo de los afligidos» y ha invitado a seguir elevando nuestras súplicas al Señor por intercesión de la Virgen: «que Él aleje de nosotros la epidemia funesta del coronavirus; que Él sea nuestro refugio y nuestro escudo frente a esta enfermedad y sus consecuencias, tan dañinas para todo el mundo; que Él nos conceda el fin de la pandemia, la salud a los contagiados y el eterno descanso a los que han muerto».
Pero también ha querido señalar otro mal que acecha a la «pandemia espiritual, como es el olvido de Dios en nuestros días». En este punto, ha querido recordar las palabras de San Juan Pablo II, quien oró a las plantas de la Virgen, y que, en su exhortación Christifideles Laici, definía esta «enfermedad del alma» de forma inequívoca: «Se trata en concreto de países y naciones del llamado primer mundo, en el que el bienestar económico y el consumismo, si bien entre mezclado con espantosas situaciones de pobrezas y miserias, inspiran y sostienen unas existencias vividas como si no hubiera Dios. Ahora bien, el indiferentismo religioso y la total irrelevancia práctica de Dios para resolver los problemas, incluso graves de la vida, no son menos preocupantes y desoladores, que el ateísmo declarado» (CFL, 34).
Para esta enfermedad, D. Santiago ha querido señalar el remedio: «La santidad personal es la respuesta realista en estos tiempos en los que se extiende el horizonte de la superficialidad y de la indiferencia religiosa en la vida de muchas personas. Así podremos contribuir a conformar con los valores del Evangelio esta sociedad plural en la que vivimos, sin complejos y sin miedo». De este modo ha invitado a los presentes «a dar testimonio caridad cristiana, viviendo con fidelidad y anunciando con valentía el Evangelio de Jesucristo» y ha recordado, de nuevo, unas palabras de San Juan Pablo II en aquel entrañable, memorable y actual mensaje que pronunció desde el balcón del Santuario de la aldea del Rocío: «Sería una pena que esta cultura cristiana vuestra magnífica, profundamente enraizada en la fe, se debilitara por inhibición o por cobardía al ceder a la tentación y al señuelo de rechazar o despreciar los valores cristianos que cimientan la obra de la devoción a María y dan savia a las raíces del Rocío. Por eso, os vuelvo a insistir hoy ante la Virgen: dad testimonio de los valores cristianos en la sociedad andaluza y española».
El Obispo ha querido concluir sus palabras con la belleza de unas letras del conocido sacerdote Muñoz y Pavón, elevadas como acción de gracias: «Salud de los enfermos, rosa temprana, Estrella reluciente de la mañana, pomo de aroma, lirio de la marisma, Blanca Paloma… de noche y día, te encuentra quien te busca, Virgen María. Amén».
Un voto con 208 años de historia
Tras la homilía, la alcaldesa de Almonte, Rocío del Mar Castellano, ha procedido a la lectura del relato de los hechos que dieron lugar al Voto, para memoria de los almonteños. El 17 de agosto del año 1810, un grupo de treinta y nueve almonteños patriotas, asaltó el cuartel que en la localidad había establecido el ejército francés, dando muerte el capitán Douseau y a cinco soldados más, ya que este había recibido órdenes de reclutar a los hombres mayores de 15 años para la milicia francesa. Esto fue el desencadenante del propósito de saquear e incendiar la población por parte francesa, a lo que Almonte hizo frente con la oración, invocando entonces a la Virgen del Rocío para su mediación, ruegos que fueron escuchados frenando el avance de los ochocientos infantes franceses, sable en mano, que habían mandado desde Sevilla para aniquilar a la población. Cuando apenas distaban unas leguas de Almonte, este ejército recibió una orden para que frenasen su avance y retrocedieran.
Con motivo de estos acontecimientos y cuando el ejército francés se retiraba definitivamente de España, los representantes del pueblo de Almonte, Ayuntamiento, Clero y Hermandad Matriz, deseando manifestar el reconocimiento y gratitud, que deben al Todopoderoso Dios Nuestro Señor, por la intercesión de la Reina de los Ángeles, María Santísima del Rocío, acordaron unánimemente, el día dieciséis de agosto de 1813, hacer un voto formal y expreso, en su nombre y en el de las generaciones venideras, por el que en adelante y para siempre jamás, pasaran la madrugada del diecinueve de agosto en el Rocío, celebrando por la mañana Solemne Misa en la Ermita, en acción de gracias por el singular favor de la salvación del pueblo.
Bendición, con el Santísimo Sacramento, del pueblo de Almonte
Al concluir la Santa Misa ha tenido lugar la solemnemente procesión del Santísimo Sacramento, portado por el Obispo y precedida por la Junta de la Hermandad Matriz y la Alcaldesa de Almonte, procesión que se ha tenido que realizar de forma claustral en el interior del templo y que ha incluído la bendición con la Custodia desde la puerta principal de la parroquia.
De este modo, los almonteños han vuelto a cumplir con su Voto de acción de gracias entre los cantos de las almonteñas Mari Carmen Medina y Arabia que con sus voces han embellecido la celebración que ha sido retransmitida en directo a través de Canal Sur TV y las redes sociales de la Hermandad Matriz.