“A la ville de…” Ni por un asomo podríamos haber imaginado como las palabras de Juan Antonio Samarach el 17 de octubre de 1986 podrían cambiar el devenir de un país. Pues sí. Lo hicieron y de qué manera. Barcelona se convertía así en el país encargado de organizar los Juegos Olímpicos de verano en el año 1992. Un acontecimiento que permitió la consolidación de España como un país moderno y aperturista. Y no solo política y socialmente. El deporte ejercería de bisagra seis años después.
Barcelona 92 fue un éxito organizativo y de planificación. Con un presupuesto de 154.000 millones de pesetas, la Ciudad Condal no solo afrontaba un reto mayúsculo para los atletas nacionales, sino que tuvo que regular los Juegos de la reconciliación y los primeros del gigantismo. En el 92, reapareció Sudáfrica tras la derogación del apartheid, Alemania y Yemen desfilaron con equipos reunificados, Namibia, Letonia, Estonia y Lituania lo hicieron como independientes, la desmembrada Unión Soviética lució la bandera blanca de los cinco aros y la descompuesta Yugoslavia compitieron por libre Croacia, Eslovenia y Bosnia. Participaron 169 países, 10 más que en Seúl 88, con un total de 9.370 deportistas. Y no hay que olvidar la extraordinaria incidencia de los 35.000 voluntarios (más unos 15.000 en los paralímpicos), señal del fabuloso calado popular del acontecimiento.
Todo estuvo muy por encima de lo esperado. Pues no hay que olvidar que España era un país acomplejado, cuya historia olímpica desde 1900 sólo acumulaba 26 medallas. No obstante, era el momento de cambiar; De alejar los fantasmas del pasado y demostrar al mundo lo que éramos capaces de hacer.
Así, sin vergüenza y con un trabajo que superó todas las expectativas, Barcelona 92 celebraba su ceremonia inaugural un 25 de julio de 1992. El entonces Príncipe de Asturias como abanderado y liderando la comitiva española. Todos perfectamente uniformados y saludando al respetable, que llenaba las gradas del Estadio Olímpico de Montjuic.
Otro de los grandes protagonistas de la jornada fue el arquero Antonio Rebollo, quien, después de recibir el último relevo por parte de Epi, lanzaba la flecha que iluminaba el cielo de Montjuïc y encendía el pebetero que daba luz al que muchos consideran los mejores Juegos Olímpicos de la historia. De fondo, ‘La Fura Del Baus’.
Comenzaban así las Olimpiadas de Barcelona 92, al ritmo de ‘Los Manolos’ y su ‘Amigos para siempre’ y con la compañía de Cobi, la mascota oficial. Pero, si hubo un dueto que enmudeció al mundo, ese fue el que formaron Freddie Mercury y Montserrat Caballé con la canción oficial de los Juegos.
Un himno que no pudieron cantar en directo tras la muerte del mítico cantante estadounidense en 1991.
Ya estaba todo listo. Sólo quedaba disfrutar. Y vaya si se disfrutó. España logró 22 medallas, 13 de oro, un récord aún vigente en nuestros días.
Muchos se subieron al podio en la Ciudad Condal. Aunque hubo dos que destacaron por encima del resto: Fermín Cacho y Miriam Blasco. El primero, considerado el mejor atleta de la historia de España, subió a lo más alto del podio después de cruzar la meta de los 1500 metros lisos. La de Miriam Blasco, por su parte, fue la primera medalla lograda por una mujer en unos Juegos Olímpicos de verano, siendo una de las ocho conseguidas por la delegación femenina en aquellos Juegos.
Pero no sólo España hizo historia en Barcelona. No hay que olvidar la actuación del Dream Team, liderado por Jordan o Magic Johnson; o las seis medallas del bielorruso Vitaly Scherbo. También hubo escenas amargas en Barcelona 92. Cómo olvidar, como Derek Redmon, atleta británico que se lesionó en la final de los 400 metros lisos, llegó a la meta apoyándose en su padre. Sin lugar a dudas, una de las imágenes más icónicas del deporte olímpico.
Consecución de medallas aparte, Barcelona 92 marcó un antes y un después en la historia del deporte español. Los españoles no sentimos orgullosos de serlo y a día de hoy seguimos recordando con lágrimas en los ojos y con la cabeza bien alta unos Juegos Olímpicos que sin duda marcaron nuestras vidas.
Hoy se cumplen 25 años desde que el pebetero de Montjuïc convirtiera a Barcelona en capital del mundo un verano del 92. Que nunca olvidemos lo que fuimos porque en la memoria reside la clave del éxito.