«Cristo resucitado da sentido a toda la existencia humana». El Obispo de Huelva ha presidio la celebración de la Misa Estacional del Domingo de Resurrección en la Catedral.
En la mañana de hoy, Mons. Santiago Gómez ha presidido la Santa Misa de Resurrección del Señor, en la que han estado presentes miembros del Cabildo Catedralicio, el Consejo de Hermandades de Semana Santa de Huelva y una representación de las distintas hermandades de penitencia de la capital.
En las palabras de su homilía, D. Santiago ha querido señalar el entusiasmo con que toda la liturgia de hoy nos anuncia que Cristo ha resucitado, entusiasmo que se extiende de un modo especial durante toda la Octava de Pascua, a lo largo de los cincuenta días del tiempo de Pascua que va desde la Vigilia Pascual hasta el Domingo de Pentecostés, y en cada Misa Dominical y Eucaristía diaria. «Con razón hoy es la fiesta principal de los cristianos», ha expresado.
«Esta es nuestra razón de ser como Iglesia», ha continuado diciendo. «Cristo resucitado da sentido a toda la existencia humana. En medio de una Europa en guerra, de genocidios, de tanta pobreza y miseria, de la falta de sentido que muchos viven, de una Iglesia secularizada, de nuestra vida mediocre, de nuestros miedos…: Cristo vive y nos conduce a la vida verdadera, al gozo del Bien, la Belleza y la Verdad sin límites. Y este es nuestro futuro definitivo».
D. Santiago ha concluido exhortando a dejarse «ganar por esta realidad que Cristo nos abre, como nos recuerda san Pablo: Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba…; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra (Col 3, 1-4). Hay Cielo, hay felicidad para siempre, hay Amor sin amenazas, puesto que existe Dios y en Cristo se nos ha revelado. Vivamos de esta confianza y cambiará nuestra existencia».
La solemne Misa Estacional de este Domingo de Pascua ha concluido con la Bendición Papal impartida por el Obispo. Se trata de un privilegio concedido por el Santo Padre y que cumplidos los requisitos acostumbrados lucra la indulgencia plenaria al que la recibe.