La Sede Antonio Machado de Baeza (Jaén) de la Universidad Internacional de Andalucía (UNIA) ha celebrado esta semana el curso Trashumancia en el siglo XXI: caminos de cultura y biodiversidad, economía rural y ganadería sostenible. Ganaderos, veterinarios, investigadores, técnicos de la administración y escritores han debatido sobre el futuro de esta práctica milenaria y su papel frente a la crisis climática.
“La trashumancia existe, está viva y sigue aportando un desarrollo socioeconómico viable. Solo aquí, en la Sierra del Segura, existen unas 60 familias que aún trashuman”, afirma el investigador de la Universidad de Murcia y codirector del curso, Antonio Contreras. El experto ha hecho referencia en particular a la pertinencia de apostar por una práctica que mitiga los efectos del cambio climático. “Tenemos que apostar por el pastoreo y regenerar los pastizales, auténticos sumideros de carbono”.
De su lado, la doctora en veterinaria y codirectora, Catalina Gómez, ha señalado la idoneidad del entorno baezano para acoger el curso, por tratarse de “uno de los últimos reductos donde perviven ganados trashumantes”. Gómez, que cuenta además con una destacada trayectoria como fotógrafa, ha hecho referencia al legado cultural de la trashumancia, protagonista de la exposición Ir y venir entre ‘vereas’ que la autora ha presentado esta semana en el marco del curso. La muestra sigue el día a día de la familia García Rico, trashumantes de la aldea jienense La Matea, y nace como una invitación a “un viaje por las vías pecuarias de Jaén” que busca retratar “la belleza, la dureza y la épica del camino”. La exposición puede visitarse en la Sala Gaspar Becerra y la Sede de la UNIA en Baeza.
Entre el plantel de expertos de las jornadas destaca la figura del trashumante Jesús Garzón, un referente del conservacionismo cuya labor contribuyó a alumbrar espacios como el Parque Nacional de Monfragüe (Cáceres). Garzón alerta también de la necesidad de proteger el pastoreo como herramienta frente al cambio climático: “La trashumancia conserva los bosques porque elimina el matorral excesivo”, explica. “Mil ovejas generan al día entre cinco y siete millones de semillas, a menudo en zonas muy inaccesibles para el ser humano. Es un abono fundamental, porque hace que el suelo sea más fértil y aumenta su capacidad para almacenar agua, pero sobre todo de capturar carbono”.
Visibilizando una forma de vida amenazada
Directores y ponente coinciden en que hay que blindar una práctica milenaria que, advierten, no tiene el futuro garantizado. Contreras ve difícil su supervivencia sin seguir incorporando nuevas tecnologías y medidas “que dignifiquen y faciliten la jornada del trabajo”. “No son ya las especies autóctonas las que están en peligro de extinción, son los ganaderos. Probablemente los incendios de este año harán reflexionar a más de uno sobre el futuro de la ganadería”. Catalina Gómez insiste además en visibilizar la labor de estos trabajadores, pues “resulta más difícil defender aquello que no se conoce”.
Jesús Garzón ha señalado que la cuestión del relevo generacional “es uno de los mayores problemas que enfrenta la trashumancia”, que tiene además “difícil solución”. El experto achaca en parte la falta de interés al modelo educativo: “Por desgracia nuestros niños no oyen hablar de la importancia del pastoreo desde que entran en primaria hasta que abandonan la universidad”.
En opinión del experto, uno de los principales escollos para asegurar el futuro de la trashumancia es la dificultad de formarse para aquellos jóvenes que sí están interesados por ella. “La formación debería estar a cargo de los propios pastores. Las Escuelas de Pastores han estado más bien orientadas a la producción de derivados como la leche y el queso, o el cumplimiento de las normas sanitarias”, ha incidido. Por otro lado, ve una “gran oportunidad de futuro” en la “sensibilidad ambiental” de los jóvenes, y anima a aprovechar el hecho de que existe “entre un 30 y un 40 por ciento de jóvenes en paro, dependiendo de la región, y muchos tienen plena consciencia de que su futuro depende de una buena gestión de los recursos naturales”.
Garzón ha subrayado que resulta “urgentísimo” contar con una política agraria que pueda “ofrecer a estos jóvenes empleo estable como empresarios trashumantes”. Frente a la dureza inherente al oficio, el hecho de que se requieran “varias familias” para gestionar un rebaño “favorece una rotación que garantice vacaciones y descanso, algo prioritario para las nuevas generaciones”.
El curso ha reunido a unos 15 profesores expertos en ganadería, cultura y protección del espacio natural, como la técnico del Plan Nacional de Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial, Sara González; el doctor Pablo Manzano, del Centro Vasco para el Cambio Climático; el doctor de la Universidad CEU Cardenal Herrera y autor del documental La Trashumancia, la última frontera, Ángel Gómez; el veterinario y escritor, Gonzalo Giner, o el ganadero trashumante, Francisco Pontones, entre otros muchos.