El obispo de Huelva, José Vilaplana, ha presidido la Misa Solemne de Pentecostés, este año en un escenario muy distinto al habitual: la parroquia de la Asunción de Almonte. Vilaplana, en su homilía, ha reconocido que sabe que más allá (refiriéndose a las cámaras de televisión) «estáis vosotros, los rocieros, una multitud inmensa, haciendo una peregrinación del corazón para estar aquí, junto a Ella, nuestra Madre del Rocío, y celebrar con Ella este singular Pentecostés del 2020, marcado por la pandemia del COVID-19».
El obispo ha destacado que «no hay Romería, pero sí hay Pentecostés, sí hay Rocío, porque el Espíritu Santo no conoce fronteras», y ha comparado los tiempos actuales con las venidas de la Virgen del Rocío: «este año Ella ha querido quedarse providencialmente para estar en medio de su pueblo en esta situación dolorosa de la pandemia. Quiso adelantarse para acompañarnos y protegernos, para decirnos una vez más: soy vuestra Madre», ha declarado.
El prelado ha insistido en que este año estamos viviendo «una peregrinación del corazón». «No hemos podido hacer la peregrinación por los caminos, detrás del Simpecado, pero sí hemos podido pensar, añorar, rezar, recordar en nuestras casas entrando más en nuestro interior, y ahí, siempre está la Virgen, nuestra Madre, mostrándonos a su Hijo divino».
Vilaplana ha querido señalar que «estamos con nuestro corazón tantas veces desanimado por las dificultades de nuestra vida, pero con la ayuda de la Virgen podemos suplicar la renovación de nuestro corazón». Un corazón que se centra en tres cualidades: agradecido, «porque sabe que la vida es un regalo»; solidario, «que sabe mirar a los otros como hermanos, que se deja conmover por los que sufren»; y creyente, «que confía en Dios y edifica su vida sobre roca y no sobre arena».
El obispo ha querido terminar su intervención dando gracias a la Virgen del Rocío, por acompañar a los cristianos, y encomienda a todos los que, de alguna manera, sufren a causa de la pandemia: «que todos te sientan a su lado como Madre». «Concédenos hacer presente en nuestro mundo la fraternidad, el compartir, la fiesta, para que, superando las adversidades, vivamos siempre como peregrinos, testigos del Evangelio en un permanente Rocío de luz», ha concluido.
El papa Francisco también ha querido sumarse a esta celebración y ha enviado la Bendición Apostólica a todos los rocieros, manifestando su deseo de que «sigan caminando hacia Dios entre las marismas de la vida» invocando la maternal protección de la Blanca Paloma sobre cada uno de ellos.