Gibraleón ha vuelto a convertirse en punto de destino para miles de personas provenientes de cualquier parte d ela provincia. La Feria de San Lucas, que data de 1323, ha demostrado seguir teniendo un amplio poder de convocatoria.
Desde el jueves, el recinto ferial ha sido una auténtica riada humana en la que vecinos y visitantes han disfrutado de una celebración que finalizará en la noche de este lunes.
La feria ha sido escenario del reencuentro de vecinos y aquellos olontenses que viven en otras ciudades a lo largo del año. Es el caso de Manuel Parralo, quien recuerda la feria de su niñez. «Ya no está la feria en el Paseo como entonces, pero ha conservado su esencia y yo siempre que vengo me lo paso de escándalo», señaló.
Y como establece la tradición, también la lluvia quiso apuntarse a la feria, haciendo acto de presencia el sábado, aunque ello no restó animación en casetas y chiringuitos.
El broche final a la feria llega, como siempre, el lunes, que se inicia con el tradicional desayuno molinero.
Dicho desayuno cuenta con la colaboración de la cooperativa Nuestra Señora de la Oliva.
En el balance de esta feria hay que destacar el masivo flujo de visitantes y la ausencia de incidentes. Esta noche se apagará el alumbrado, pero, a partir de mañana, Gibraleón comenzará a mirar a la feria del próximo año.