Una experiencia en la que «se recibe más de lo que se da». Así han calificado las dos cooperantes de Lucena y Moguer su estancia en Puerto Maldonado, Perú, dentro del proyecto para mejorar las condiciones de vida de la infancia y adolescencia que tienen en marcha la Diputación Provincial y la Mancomunidad del Condado. Ambas han manifestado que, a pesar de la pobreza material, la pena «es que en esos lugares existe pobreza cultural». «En aquellos lugares no se protesta por nada, existe un absoluto silencio», ha manifestado Loli Guerrero.
Desde las seis de la mañana, estas dos voluntarias comenzaban con sus tareas de apoyo en una de las casas de acogida que la Asociación Santa Marta de Ayuda a la Infancia en Perú gestiona, de las que, sin duda, destacan «que estas pequeñas se desahogaran con ellas». Precisamente, desde la Mancomunidad del Condado se manifiesta la necesidad de realizar esa cooperación que, desde los países desarrollados, aportan una gran ayuda al tercer mundo. «No sabemos lo que tenemos», ha apostillado Miguel Ángel Curiel, presidente de la entidad.
Este tiempo de experiencia ha servido a ambas voluntarias para comprobar cómo llega la ayuda que prestamos y cómo, desde la calidad humana, sienten la pobreza pero eso no supone un motivo para no ser feliz.