Cuatro palabras y cambió la historia de la humanidad. Fue Rodrigo de Triana el 12 de octubre de 1492 con el grito de Tierra a la vista.
Frente a él, a lo lejos, un nuevo continente: América. Y todo un universo por descubrir.
Dos meses y nueve días antes, el 3 de agosto, Cristóbal Colón y sus 90 marineros partieron desde el puerto onubense de Palos de la Frontera. Las Tres Carabelas fueron la herramienta con la que el navegante consiguió cambiar para siempre la historia.
Partió con la idea de que la Tierra era esférica y no plana. Estaba convencido de que podía encontrar una nueva ruta para llegar a la costa oriental de Asia. Era un proyecto de indudable interés económico. Su propósito era hacer más fácil la llegada de los importadores de especial y productos de lujo al Extremo Oriente.
Tras la negativa del Rey de Portugal a su proyecto, el almirante pidió el respaldo a los Reyes Católicos, Isabel y Fernando. Durante años, Colón estuvo esperando a que los monarcas se decidieran. Y cuando estaba a punto de tirar la toalla, los Reyes aceptaron financiar su travesía.
Colón pone a Martín Alonso Pinzón a los mandos de La Pinta. Vicente Yánez Pinzón dirigió la Niña y él se encargó de llevar el rumbo de la Santa María, una nao que no le gustaba por ser más grande y menos habilidosa.
Y así, tras más de dos meses cruzando el Atlántico, con el enfado y la desilusión de los marineros, la expedición llega a unas islas del continente americano. Concretamente, a las Bahamas.
Esta es la historia que conocemos hoy, 525 años después de aquel día en el que más de 90 hombres, casi todos andaluces, partieron queriendo llegar a las Indias. Pero Cristóbal Colón y sus marineros murieron sin saber que habían descubierto un Nuevo Mundo y con ello, habían cambiado el curso de la historia.