Lo que comenzó como una idea simpática para contribuir a eliminar la basura de las costas se ha convertido en fenómeno mediático. Atardece en la playa de Matalascañas-Almonte y en esta zona emblemática del litoral onubense ya están “cascos a la obra” los simpáticos orejudos de la Asociación El Burrito Feliz.
Seis voluntarias ataviadas con llamativos chalecos comienzan la recogida de envases, papeles y restos que van depositando, uno a uno, en las alforjas de los burritos. Es un trabajo metódico en el cual los animales no desarrollan ningún esfuerzo significativo pues el peso total de cada carga nunca sobrepasa los 8 kilos de residuos.
Los muchos bañistas sonríen y se alegran de observar a estos eco-burros recorriendo la orilla. La playa está repleta de desperdicios y, de forma improvisada, un gran número de niños comienza a recoger toda la basura que está a su alcance para entregarla a las voluntarias.
Este llamativo gesto resulta muy interesante para Jessica Heredia, ingeniera forestal y coordinadora de esta iniciativa, que se ha convertido en la primera experiencia mundial de limpieza de costas con el apoyo de asnos.
“Cuando ves a los niños que abandonan sus juegos, sus castillos de arena y se ponen a recoger desperdicios y llevarlos a las alforjas descubres que esta idea es una posibilidad vehicular de mentalizar fácilmente a las nuevas generaciones en la urgencia de salvar el medio ambiente de restos y basura”.
Pero no solo, la chiquillería acompaña a los burritos: una agencia internacional de noticias ubicada en Berlín a enviado a sus enlaces para que lleven a cabo un seguimiento mediático del trabajo. El resultado es que, solo unas horas más tarde, los burros limpia-costas ya son conocidos en múltiples publicaciones de todo el mundo y su esfuerzo se lee en decenas de idiomas.
La idea es buena y así lo refleja el interés de la marca institucional “Turismo en Huelva” que ya coloca la actividad como de interés turístico en sus notas de prensa. Pero lo que más llama la atención no es el, trepidante, impacto de este esfuerzo sino lo que comenta, resignada, Cristina Mariño Coordinadora de Proyectos de la Asociación El Burrito Feliz: “Todo, absolutamente todo esto lo pagamos nosotros de nuestros bolsillos, desde el seguro de actividades, el transporte, el combustible y hasta las bolsas de plástico donde recogemos esta enorme cantidad de restos”.
Y es que como nos cuenta Cristina, llevamos años intentando que la Delegación de Medio Ambiente de Huelva se involucre y nos de algún apoyo en logística o material, pero el resultado sigue siendo un rotundo montón de “nada”.
Nos queda la esperanza, aunque manifiestan que es una esperanza pequeña, que respondan a la petición que hicimos en la reunión que llevamos a cabo hace meses en la Delegación, donde solicitamos medios para poder realizar el trabajo de una forma menos penosa.
Pero esta Asociación no se desanima nunca y ese absentismo de las instituciones no les desmoraliza, sino que más bien les impulsa a ir haciendo crecer un emergente movimiento asociativo encaminado a defender de forma real y, no mediático, los múltiples tesoros de este entorno de Doñana sobre el que- añade Cristina-parece haber sido diana de las diez plagas de Egipto.
Ajenos a estas cosas de la política los burritos continúan al lado de las abnegadas voluntarias trabajando con el único objetivo de demostrar que hasta esta tragedia de los plásticos del mar puede vencerse.
La solución pasa porque la juventud se enfrente, sin esperar a las adormecidas instituciones, de forma decidida y con espíritu de sacrificio, a limpiar directamente este paraíso que es de todos.
Cuentan, afortunadamente, con un batallón de heroicos burritos a su lado.