“Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos”.
Sin duda los versos más universales de Juan Ramón Jiménez. Un andaluz universal, como a él mismo le gustaba llamarse, que nació en Moguer hace hoy 134 años.
El cuarto hijo de Purificación Mantecón y de Víctor Jiménez, Juan Ramón era un niño raro, decían. Una rareza, o mejor dicho, una peculiaridad que lo hizo convertirse en uno de los escritores más importantes de la historia de España.
Comienza a publicar sus primeros escritos en periódicos de Huelva y Sevilla, para, al poco tiempo, marcharse a Madrid, atraído por el espíritu modernista. Precisamente los principales representantes del modernismo son los que le incitan a publicar sus dos primeras obras ‘Ninfeas’ y ‘Almas de violeta’. Corría el año 1900.
Cansado por el frenético ambiente modernista de la Madrid de la época, decide volver a Moguer. La muerte de su padre le afecta tanto que se ve obligado a retirarse a un sanatorio cercano a Burdeos. Es allí donde se empapa de los poetas franceses. Regresa de nuevo a Madrid para seguir allí con la terapia. Son tiempos en que su poesía es triste y deprimida, como su estado de ánimo.
En 1905 vuelve a Moguer y comienza su etapa de mayor producción literaria. Es durante este periodo cuando escribe ‘Platero y Yo’, la obra más popular. Conoce a Zenobia Camprubí, con la que se casa en 1916. Inmediatamente publica “Diario de un poeta recién casado”, una obra que marca la frontera de su etapa sensitiva e intelectual. A partir de aquí su producción es una lírica muy intelectual.
El carácter republicano del poeta, le obliga a exiliarse con el estallido de la Guerra Civil. El matrimonio permanece entre Estados Unidos y Cuba. En concreto en Puerto Rico, es donde recibe la noticia del Premio Nóbel de literatura por su obra Platero y Yo, en 1956. Tres días después fallece su esposa. Un duro golpe del que jamás de recupera el intelectual, que muere dos años más tarde.
Desde ahí y hasta ahora, la figura del literato no ha hecho más que crecer.