Bernardo Montoya confesó ante la Guardia Civil, pero mintió en casi la totalidad de su versión del crimen.
La Guardia Civil dispone de las pruebas necesarias como para indicar que el detenido violó a Laura Luelmo en su casa. La retuvo durante varias horas y, tras consumar su agresión, como ha certificado la autopsia, le endosó una paliza mortal.
Los restos de sangre de la joven profesora zamorana aparecieron por toda la vivienda del autor de los hechos. Montoya fregó con lejía, tanto esa sangre como la propia ropa que vestía, tal y como detectó la luz forense aplicada por el equipo central de inspecciones oculares del Instituto Armado durante el registro realizado ayer.
La autopsia ha confirmado, además, que Laura Luelmo pereció de un fuerte golpe en la frente, pero su cuerpo presentaba muchos más golpes. Los investigadores cuentan con otro dato significativo: tanto el teléfono de Luelmo como el de su agresor les situaron en esa vivienda durante la tarde del miércoles.
Tras la agresión, no se sabe con exactitud, si Laura seguía con vida o no. Bernardo Montoya introdujo a Laura en el maletero de su coche, envuelta en una manta y condujo hasta el paraje donde fue encontrado el cuerpo, a unos cuatro kilómetros de El Campillo.
En su confesión, el asesino aseguró que la dejó «inconsciente». No se descarta que la data de la muerte pueda ser anterior a esas 48 horas, dado que el cadáver estuvo cinco días al aire libre, por lo que habrá que esperar los resultados de más pruebas forenses.
Montoya dijo a la Guardia Civil que «se encaprichó» de Laura cuando la violó. Los investigadores no creen su versión de que la condujo hasta un callejón, sino que sospechan que la acorraló en la misma puerta de la casa alquilada por la profesora zamorana y la obligó a entrar en la suya.